Hoy he dado el paso a una página.
Cuando puse ese nombre a un blog, lo hice pensando desde la mente de Susana Cifuentes. Una anciana que se comunicaba conmigo desde el futuro al que la llevaron mis letras mientras narraba su historia familiar.
Ahora me planteo la pregunta.
Muchas veces he dejado constancia de mi actividad escribidora independiente de si comparto o no lo escrito.
De hecho, tengo continuación de mis últimas novelas inacabadas pendientes de pasar a la pantalla.
Primero argüí que no hacerlo se debía a cansancio e incomodidades varias.
Una capsulitis en hombro izquierdo, en una de las ocasiones, y otra en el derecho.
El otro escollo fue la vista.
De los hombros me he recuperado.
La vista cada vez me da menos cancha.
Mañana empieza el mes en que tengo mi cita.
Escribo bajo una suave nebulosa.
Lo que más me cuesta es ponerme a copiar lo que tengo en papel.
Por dos razones. Una de ellas es que escribo diminuto.
No me iría nada mal que alguien me hiciera la tarea.
Pero hay otra más potente. No quiero perderme las nuevas letras que a mi alma asomen. Esa es la principal.
No caben excusas.
Afirmaré que me gusta que me lean, pero no a cualquier precio.
Poner en marcha la página, es consecuencia del proceso en que me veo envuelta.
Ahora Susana está en silencio.
Soy yo la que se plantea hasta dónde llegar para que mis letras se lean.
Cuando abrí este perfil creía que iba a publicar.
No doy ese paso.
Sigo con mis recursos.
Registros en safecreative, mis blogs, perfiles en algunos foros,...
Ronda por mi mente la propuesta de Susana.
En el momento que tomo un texto de mi librería o lo busco (o encuentro) por internet, estoy dando respuesta a lo que a ella le inquieta.
Si no hubiera lectores (y lectoras) ávidos (ávidas) de vidas recreadas en relatos, cuentos o novelas, no se haría realidad su existencia.
En ellos van nuestras almas, las de quienes escribimos (y las lecturas que hicimos), y las de quienes pasan por sus letras.
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