dimarts, 12 d’octubre del 2010

Ricardo

Nunca sabré qué hizo que dejara de interesarme como hombre.
Es posible que sintiera algo por él cuando coqueteaba dejando que me cortejara.
Tardé mucho en dejar que mi cuerpo respondiera.
Era yo quien tomaba la iniciativa cuando estaba con alguien.
Al principio no diferenciaba.
Podía entrar a saco con un chico o una chica.
Fue más tarde, cuando supe que las chicas sacaban de mí emociones sensitivas desconocidas.
Eran el espejo en que me veía.

Ricardo entendió que éramos incompatibles a ese nivel.

Cuando quiso de mí, tuve que decirle que mis gustos se estaban destapando en otro lado.
Mi orientación se iba definiendo.

Lo intentamos.
Fue fracaso.

Mi actividad no encajaba con la suya.
Aquella vez descubrimos que podíamos hablar de muchas cosas compartidas, pero nuestros cuerpos no respondían.

Lloramos juntos.
Reímos.

Tal vez hubiéramos sido felices si lo nuestro hubiera funcionado.
El tiempo nos mostró el error.

Los dos disfrutamos más con personas de nuestro mismo sexo.

A él le costó más aceptarlo.

Después de reconocer que lo nuestro no podía ser, pudimos entablar una relación nueva.
Cómplices nos abrimos uno al otro.
Nos supimos en esencia.

Amaba a mi hermano.
Le costó confesarlo.
Para saberlo, pasó por un bache.
Cogió una depresión terrible.

En ese tiempo compartimos confidencias.
Sólo se atrevió a decir que era así, cuando se destensó su silencio.

Tuvimos un encuentro los tres.
Hablé con Ignacio, pensando que sería bueno prepararlo.
Él lo tomó bien.
Me sorprendió su respuesta.
Nunca había afrontado con él esa tendencia.

Me dijo que entendía que las personas sintieran afinidades como las nuestras, pero él sabía cuales eran las suyas.
Le ofreció amistad.
Toda la que siempre le pudo dar.

Ricardo no podía seguir cerca de él con esos sentimientos.

Confirmó que el equilibrio venía dado por el trío de ellos y yo.

Mis deseos de trotamundos desestabilizaban la balanza.

Yo tenía mis historias.
Ignacio no parecía tenerlas.
Él podía vivir en la contemplación del ser amado.

Mientras ese círculo funcionara, todo estaría bien para él.

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