¿Qué hacer cuando eres testigo de la bajada a los infiernos de alguien querido?
Millones de muertos otros.
El tuyo te duele.Tanto, que no te deja respirar.
La vida sigue dejando a tu paso los despojos anudados del alma del alma resquebrajada en llanto seco.
Renace en mí esa frustración y desamparo.
Esa incapacidad ante la víctima.
La tuve en mis brazos.
Pensé que con ellos la liberaría.
Tuve que protegerme de su ira.
No era ella.
Pedí ayuda.
La pedimos.
Nos unimos e hicimos piña
Yo no podía con todo.
Se me iba de las manos.
Ella estaba en lo más hondo del oscuro pozo de su conciencia.
Allí no oía, allí no veía,...
Sus sentidos eran muros infranqueables.
u abstinencia no fue una fiesta.
Fue dantesca.
Conseguimos que se salvara de esa droga, no de sí misma.
Todos alerta la atosigamos.
Ahogamos el espacio que su alma necesitaba.
Ya no volaba, ya no reía.
Estaba vacía.
Su mente se hizo pedazos.
Ha muerto.
Su vida aquieta nuestras conciencias.
Fue peor tener que dejarla en una institución hospitalaria de por vida.
Hablo de Lucia, la mayor de las tres hermanas.
Hija de Nicole y mi hermano Carlos.
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