dimecres, 14 de desembre del 2011

Matilde

Sabrás que Fernan es quien teclea mis palabras.
También que ocupo mi tiempo en leer y releer los diarios de Matilde.
Cuando ella nos dejó, pasé un tiempo en su casa, recabando información.
Hacía tiempo que no iba a la ciudad.
Habíamos repoblado el pueblo y yo me había quedado en la casa de la familia de Jacinta, la más humilde.
Ella, hija de los más pobres del pueblo, había vivido con nosotros desde que entró en casa a amamantar a papá.
Nunca se había relacionado con sus parientes porque le habían obligado a entregar a su hijo, el del cura.
Había mantenido las distancias.
Cuando nos asentamos en el pueblo, escogí esa vivienda porque era la que tenía el suelo de tierra y quería seguir durmiendo como lo hiciera en los tiempos de campaña, cuando íbamos por el mundo haciendo aquellos reportajes sobre conflictos y mundos de hambruna.
Todo aquello había quedado atrás.
En el momento que se estrelló el avión en que viajaba Ignacio, mi mundo se enroscó como una serpiente y perdí suelo.

Al pueblo se le dio el nombre de Cifuentes del Río. Nuestro pueblo. El que papá convirtió en centro de experimentación medioambiental, y que Carlos mantuvo mientras llevó los asuntos familiares.

A él vinieron mujeres de las que creían poder construir un mundo para sus hijos, en que la tolerancia fuera un hecho, y no una utopía.

Un mundo aparte no fructifica.

Al fin, el pueblo pasó a ser uno más en la comarca, pero mi casa sigue siendo esa.

No está como la tuve durante tiempo. Ahora se ha acondicionado a mis necesidades y se ha ampliado, construyendo en altura, lo que se necesitaba, porque en amplitud mantenemos el patio y el jardín.

Vino un arquitecto y su equipo. Se pudieron levantar tres plantas.

En el pueblo se construyeron viviendas para distintas familias. Bloques de pisos de cuatro plantas.

Vinieron a vivir y crecieron haciendo de nuestro pueblo un espacio similar al de una ciudad pequeña. Puedo decirte que lo que era casco urbano en otros tiempos, ahora es un barrio que queda a las afueras.

Es increíble lo que se llega a transformar un espacio habitado.

Estoy bien acompañada.

Ya sé que quieres saber que relación nos une a Fernan y a mí.
Te diré que no es el hijo de mi sangre, pero sí el de mi corazón.

No doné mis óvulos, ni participé con mi vientre.

Rica hubiera querido que fuera así.
Adivinaste sus intenciones.
No me presté a ello porque fue otra quien lo hizo. Una de las hijas de Carlos.
Así que ya ves, él es de la familia. Es mi sobrino.

Muchos se fueron yendo, pero otros seguirán la senda.

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